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domingo, 22 de julio de 2012

Ultimos dias en Delhi

Intentaré resumir nuestros segundo y tercer día en Delhi ya que el wifi del hotel parece perderse según el centímetro exacto de la habitación en el que te localices y mi móvil se encarga de hacer imposible actualizar por aquí. Estos dos días han servido para hacernos una idea general de lo que es Delhi, aunque si alguien os dijese que ha conocido Oviedo en dos días os reiríais de él. Pero bueno, esa es la magía de viajar, conocer todo sin conocer nada. El primer día los de recepción nos "regalaron" un taxi para llevarnos al centro a por un mapa, todo idea suya por supuesto. Misteriosamente, el hombre de la oficina de turismo en la que el taxi nos dejó anticipó nuestra llegada y se las arregló para que contratáramos los servicios de dos taxis todo el día y un jeep para el día siguiente. Son así de poco interesados. Creo que nunca jamás había sentido un calor así. No solo rondamos constantemente los 40 grados, sino que la humedad no te deja respirar. Tampoco colabora el eterno olor que te inunda los pulmones, una mezcla de curry, picante y especias al que se une el encantador aroma a humanidad y desechos que te asalta en una esquina sí y otro no. La ciudad es un constante bullicio. Los pocos semáforos que hay son como una sátira. El deporte nacional es provocar que un conductor se asuste lo suficiente como para que aminore un poco y abalanzarse sobre la carretera. Solo hay dos opciones. O frenan en seco y vamos usando a los indios, ya acostumbrados; como parapetos; o usan ese claxon gastado que se parece increíblemente a una cabra y te esquivan en la medida de lo posible y sin aminorar. Los perros callejeros cavan en la tierra para encontrar una sombra de consuelo. Por la noche retozan entre ellos, pero me figuro que si te encuentras con unos cuantos a altas horas, la palabra retozar se ajustaría poco a la realidad. Los gatos tienen el mismo aire de superioridad que en todas partes, pero quizás aquí más merecido por su tamaño y aspecto. Sin embargo, lo más impresionante por el momento son los cuervos. Yo tendría miedo de pasear a mi perro sin correa si pesa poco. Siguiendo con los animales, quizás los peores van en moto. Las mujeres por supuesto van sentadas de lado, porque el pudor es lo primero y la seguridad para los débiles. Se sientan tras el padre de familia, un mágnifico kamikaze, y acunan al bebé que, misteriosamente, tiene la capacidad de dormirse con esos bandazos. Creo que es imposible describir con palabras (me encantan los tópicos) la sensación que provoca esta marea de olores, de gentes, sabores sorprendentes, lugares increíbles que parecen sacados de un videojuego de Tomb Raider. Y en medio de toda la enfermedad, la podredumbre, la suciedad el caos, los niños a los que utilizan para que te utilicen son lo único a lo que no hemos aprendido a decir no con la rotundidad necesaria. Esta madrugada salimos hacia Bikaner, entre ocho y diez horas de coche hasta nuestra primera parada en el desierto de Rajastán. No se cuándo conseguiremos publicar esto, pero queda considerado como el resumen del fin de nuestro primer paso en la India. Namaste.

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