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domingo, 12 de agosto de 2012

Bodhgaya, cuna del budismo.

Quizas una de las poblaciones que mas nos marcaron de la India, Bodhgaya es conocida como el lugar en el que el principe Gautama Siddhartha recibio la iluminacion tras tres dias y tres noches bajo un arbol alla por el 500 antes de Cristo. El templo edificado en el lugar mantiene los diferentes sitios donde el principe paso siete semanas de meditacion.

Para llegar alli, la unica opcion es Gaya, donde esta la estacion. Evidentemente, en la puerta de la estacion, veintenas de tuktuks nos esperan ansiosos. Llegamos a las 11 de la noche, lo cual impidio que cumplieramos nuestro objetivo: hospedarnos en un monasterio budista. Ninguno de aquellos en los que picamos quiso aceptarnos. Asi que la unica manera que tuvimos de encontrar donde dormir fue fiarnos del simpatico indio que cogio una de las maletas sin preguntar, por supuesto, desinteresadamente, como todo en este pais, y llevarnos hasta el hotel que el considero oportuno, donde mas tarde recogeria su comision.

Sorprendentemente para lo que venimos acostumbrando, las habitaciones eran mas que decentes. Pero quizas lo mejor fue que preguntamos en recepcion si podiamos cenar y nos metieron en el buffet libre de la boda que se estaba celebrando. Por supesto, comimos practicamente las sobras frias y lo pagamos a precio de un tres tenedores, pero a esas horas, encontrar otro sitio para cenar era imposible. Vestidos con camisetas de tirantes, rotas, sucias, causamos sensacion en la boda, acaparando la atencion que deberia estar dedicada a los novios. Pero aqui todo funciona asi, y no nos podemos quejar. O no demasiada.

El principal atracivo de Bodhgaya no son los templos budistas, a pesar de lo que pudiera parecer, si no el estilo de vida, ajeno al turismo, ya que solo se abarrota en enero, cuando los budistas de todo el mundo vienen a recibir al Dalai Lama.

Nora y yo tuvimos la suerte de encontrarnos a un nepali que nos llevo a la escuela, fundada y mantenida por españoles, en la que es profesor y enseña ingles. Los niños estan enseñados a gritarnos Namaste en cuanto nos ven y vienen por oleadas. Les enseñamos a jugar a la zapatilla por detras, al corro de la patata y a aquella mezcla de rugby y arte marcial en la que convirtieron el juego del pañuelo. Agotados, les damos algo de dinero, que no dudan en pedirnos sentandonos previamente y rodeandonos, y el farolillo de la luz que tantas veces me salvo de un cuarto de baño sin luz o de un apagon interminable.
 El nepali se encargo de enseñarnos los templos y vaciarme la cajetilla del tabaco. Es curioso porque como el tabaco indio es mas o menos como fumar aire, los nuestros le resultan tan fuertes que le dara en total unas 3 caladas a todo el cigarro. A pesar de lo majo que es con nosotros y servicial, no deja de ser indio, y cuando acompaña a Nora a comprar comida para el viaje en tren hacia Calcuta, le entra mientras esperan a que la preparen. 

Creo que ya nada de esta gente puede sorprenderme. Hay tantas cosas que una mente occidental encuentra chocante que necesitas pasar aqui una temporada para pasar de la mas absoluta fascinacion a la desesperacion cuando beben junto a un muerto flotando, o los camareros se guardan las pajitas usadas en el bolsillo para ponersela al siguiente, y otros mil ejemplos que en estos momentos abarrotan mi mente.

Esperamos 3 horas en la estacion de Gaya por la noche para coger nuestro tren, constantemente anunciado por megafonia. Sin embargo, no consideraron necesario avisar de su cancelacion y nos vemos obligados a negociar el precio en cinco hoteles diferentes de Gaya hasta que encontramos uno en el que nos apilamos los cinco por un precio razonable. Las duchas empiezan a parecer innecesarias cuando nada mas levantarte pretendes apilarte en un tren cuya ventilacion es escasa o mas bien nula. Ademas, debido a nuestra alimentacion, el sudor aqui es mas bien agua, poco que ver con lo acostumbrado en casa.

Oh sorpresa cuando nos dicen que no hay trenes hacia Cacuta y decidimos alquilar un coche. Echamos a carta mas alta quien le toca ir en el maletero y el destino me elige. Nada mas subirme, parecio bastante comodo, ya que las mochilas hacian un buen parapeto. Pero oh sorpresa, otra vez, cuando un indio abre la puerta del maletero y se sube conmigo. El conductor para la vuelta, claro; porque aunque sean 500 kilometros, que en españa serian cosa de 5 horas con calma, aqui no bajan de las 12. En parte por las "autopistas", en parte por el estilo de conduccion. Me guta pensar que darle un toque por no decir arrollar, a una ternera (animal sagrado aqui, recuerdo) da buena suerte. A ella no creo, porque hizo la croqueta unas cuantas veces por el asfalto y sospechamos que como minimo, la cadera quedo rota. 

Parar para ver si esta bien el animal al que consideras un dios y acabas de atropellar es para los debiles, asi que llegamos a Calcuta y nuestro taxista nos sorprende nuevamente diciendonos que no sabe llegar a la calle de nuestro hotel y que cojamos otro taxi (despues de pagarle a el, obviamente). Sospecho que nuestras caras de odio e instinto homicida fueron las que le hicieron cambiar de opinion y pagarnos otro taxi por su cuenta. 

Hola Calcuta, adios India.









Foto dedicada a los fans de mi pie, que se canso de esquivar barrizales, charcos y cosas que quiero pensar que no eran organicas,  y alcanza nuevamente un grado mas en la escala de repulsion. Un abrazo para todos.


1 comentario:

  1. ¡Me está prestando mucho leerte Vior!
    Espero que sigas narrando las aventuras que paséis y también espero que a pesar de que a veces parezca que os arrepentís lo estéis disfrutando de verdad, a mí me está apeteciendo hacer algo así.
    Un abrazo a ti y a Nora, y al resto claro. :)

    Famos.

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