Vistas de página en total

miércoles, 19 de septiembre de 2012

La India. Un mes después.

Es difícil dar por terminado un viaje como el que hicimos sin llenarse de sentimientos encontrados. Tras lo que pareció una vida cruzando el subcontinente, las cosas que deberían llamar nuestra atención se vuelven tan cotidianas que describirlas como algo maravilloso o terrible parece absurdo. Por eso decidí dar un tiempo a esta entrada, para recuperar la mentalidad occidental y relatar las cosas desde un punto de vista más europeo, desde el recuerdo de la rutina.

De hecho, en un primer intento de escribir un resumen de lo vivido en los últimos días de viaje, esta entrada se iba a titular "Calcuta, el desagüe del mundo"; lo cual, a pesar del sensacionalismo, era exactamente como me sentía en aquellos momentos en los que el agotamiento físico y mental me hacían mirar todo con otros ojos. Decidí darle otra oportunidad, y espero escribir aquí un resumen en el que, sin intentar en ningún momento ser objetivo, quiero dar una pequeña imagen del continente indio.

La manera más fácil de definir el subcontinente es intentar hacer ver que tanto en lo cultural como en el paisaje, España y la India pertenecen a universos paralelos. Durante una eternidad de viaje conocimos lo mejor y lo peor; la hospitalidad y el acoso, la sencillez, la pobreza extrema, el sufrimiento y la felicidad de la gente de la calle.

Deshaciendo maletas me encuentro con telas que huelen a la India, gracias a dios, prescindiendo del olor a muerte y podredumbre, orín y heces que nos golpeaba en la cara en esquinas aleatorias en las que alguien decidió iniciar una tradición de marcar el territorio que sorprendentemente hasta las vacas siguen.

Echo de menos el tráfico, jugarte la vida al cruzar cada calle, apartarte en calles abarrotadas para evitar que una vaca te arrolle, las voces de los vendedores de ropa, tabaco y droga (sobre todo droga) que te persiguen por la ciudad, los viajes suicidas en tuk-tuk tras los que pisabas el suelo lleno de basura con una sensación mezcla de agradecimiento por seguir vivo tras el trayecto y asco por haber acertado justo en una deposición de buey.

Curiosamente, agradezco vivir en un sitio donde no soy nadie. Mejor ser nadie que una especie de semidios relleno de dinero al que sacrificar. Sin embargo, cuando me acuerdo de cada vez que perdí los papeles con algún conductor o vendedor (o simplemente, un indio que pasaba por allí), no puedo hacer otra cosa más que echarlo de menos. Un murciano al que conocimos en Calcuta nos dio la clave para describir a la gente que no lo ha vivido cómo es el trato con la gente.

El Show de Truman trata de un hombre (Jim Carrey) que un día descubre que su vida no es más que un espectáculo televisivo en el que es el único que lo desconoce. Hay una parte en la que él empieza a ser consciente de la situación y los actores que lo rodean no saben exactamente cómo actuar, puesto que él, el protagonista de esa trama absurda de la que forman parte, parece darse cuenta de lo que ocurre.

La situación del hombre blanco en la India es parecida. Cada mañana en Calcuta iba a desayunar al mismo banco en la calle, donde me traían el café y tostadas al estilo indio (esto es, aliñadas con más condimentos de los que tenía constancia de su existencia). Desde ese banco, cada mañana, pude ver como todos los días, unos doce hombre se empeñaban en fingir que estaban ocupados en una tarea, como leer el periódico, mirar fijamente una piedra o simplemente estar, mientras en realidad, se dedicaban a lanzar miradas furtivas para observar como, sorprendentemente, el hombre blanco tomaba su café exactamente igual que el día anterior.

Entrar en una tienda supone todo un acontecimiento, y mientras el dependiente se esfuerza en convencerte de que hasta las cucarachas del suelo eran de "veri gut cualitis mai fren, veri gut cualitis", a tu alrededor se apilaba una comitiva formada por la mujer del dependiente, el padre, la madre, los tres hijos, el amigo del bar, el primo lejano que viene a pasar una temporada, el dueño de la tienda de al lado, el peluquero de la amante del dependiente y dos o tres señores que pasaban por allí y aprovechan para exigir el 20% de comisión que corresponde a todo indio que lleve a un blanco a una tienda.

Este fenómeno de la "comisión por traer a alguien que vino solo" no es más que una especie de justificación para sacarle más dinero al hombre blanco, como las otras mil que conocimos y las dos mil que se nos pasaron por alto.

No quiero aburrir con quejas, insultos e improperios sobre nuestra estancia en Calcuta, pero se me llena la boca de calificativos sobre la ciudad menos india de la India. Durante todo el viaje, las historias de otros voluntarios que ya habían estado allí contaminaron nuestra cabeza con la idea de hacer algo útil. Estamos convencidos que nuestro gran fallo fue acudir a la que posiblemente sea la ONG mejor abastecida de todos, la Madre Teresa, en la que nuestra utilidad fue parecida a la de una piedra, o más bien, a la de un lavaplatos.

Fue en este punto cuando, desnutrido tras una intoxicación alimenticia, frustrado por la impotencia que dan el jabón y el estropajo; y el desgaste mental de un mes de eterna lucha y negociación con indios que nos tomaban por poco más que disminuidos mentales, estallé contra todo y convertí mis últimos días en un suplicio en el que solo quería volver a disfrutar de una ducha caliente, una cama limpia y una conversación civilizada.

Nora quizás se llevo la mejor parte al prescindir de esos últimos días. No se cómo pude envidiarla tanto por estar en casa, a pesar de seguir en uno de los países más maravillosos del mundo. Solo se que los últimos días en Calcuta se convirtieron en un purgatorio existencial con pequeños oasis de descanso en los que disfrutabamos de nuestra, en un principio amada, más tarde odiada; cerveza Kingfisher o de la terraza de nuestro hotel, el María, cuyo nombre da una idea de la seriedad del servicio y limpieza.

Compartíamos un baño (así es como llaman allí a los pozos de mierda en el suelo) en el que cada noche, dos ratas encantadoras compartían un debate seguramente interesantísimo a juzgar por su intensidad. Cada mañana recorríamos la calle musulmana en la que vacas despiezadas se exhibían al sol, las moscas y nuestro olfato. De vez en cuando nos adelantaba una bicicleta de la que colgaban por las patas más gallinas vivas de las que podría contar. Nos sorprendió que en un país en el que solo vimos una papelera (tenemos memorizado el sitio exacto) existiera una especie de servicio de recogida de basuras. Podreis tachar a apilar toda la mierda, basura y desperdicios en una esquina de rudimentario, pero dar por seguro que la prefiero concentrada en un lugar visible a salir del hotel y meter la chancla y la rodilla en una capa de residuos orgánicos (mierda, mierda, y más mierda). Echo de menos las manadas de perros organizadas que más de una noche nos dieron un susto. Echo de menos a los niños que se reían en tu cara cuando ya te habían sacado unas rupias o una CocaCola a la mitad, pero sobre todo a los pequeños tambaleantes y desnutridos que se colgaban de las botellas de agua con las que caminábamos, para poder vender el plástico al kilo.

Quizás lo más insultante y ofensivo de la India fue, precisamente, lo más occidental. Aconsejo encarecidamente a todo el que pise Calcuta visitar la discoteca Tantra, donde me clavaron por un whisky cola la friolera de 1200 rupias, precio que no dice nada hasta que aclaras que ronda los 20 euros y que un menú del McDonalds vale dos euros escasos o que una cajeta de tabaco cuesta unos 40 céntimos. Cajeta de tabaco que te confiscan al entrar, por supuesto, no porque esté prohibido fumar, si no para que fumes el tabaco que te venden en la propia discoteca, hecho a base de sangre de unicornio y cuerno de narval a juzgar por el precio.

Sin embargo, cada día de fiesta intentábamos volver. Quizás por el ambiente europeo, la fiesta, o simplemente curiosidad por cómo pueden comportarse mujeres cuyo cuerpo jamás es tocado por el sol en una discoteca.  Sorprendentemente, visten igual que aquí, (quizás más corto) y bailan como si fuese un videoclip de MTV, lo cual resulta gracioso al ser mezclado con pasos tradicionales indios. Está claro que teníamos cara de pasaporte, no quiero dar más detalles, y que vuele la imaginación de cada uno.

Es curioso que todos coincidamos en que habrá sido el viaje de nuestras vidas, pero de repetirlo, cambiaríamos muchas, muchas cosas. No obstante, ya solo guardo buenos recuerdos, y los malos me parecen mejores. Cuando encontremos el tiempo, que siempre falta, subiremos las fotos de las que ya hemos hecho un adelanto. Quiero volver, sospecho que cada uno de nosotros volverá. Nos quedan muchas cosas por ver, Darjeeling, el Nepal, Goa, India Sur... 

Muchas gracias a todos los que habeis encontrado interesante este pequeño viaje y nos habeis animado a aburriros con nuestras historias, estamos encantados hasta cierto punto de repetirlas hasta la saciedad.





Un abrazo a todos,

Nora Moles y Carlos Vior.


Namaste.

domingo, 12 de agosto de 2012

Bodhgaya, cuna del budismo.

Quizas una de las poblaciones que mas nos marcaron de la India, Bodhgaya es conocida como el lugar en el que el principe Gautama Siddhartha recibio la iluminacion tras tres dias y tres noches bajo un arbol alla por el 500 antes de Cristo. El templo edificado en el lugar mantiene los diferentes sitios donde el principe paso siete semanas de meditacion.

Para llegar alli, la unica opcion es Gaya, donde esta la estacion. Evidentemente, en la puerta de la estacion, veintenas de tuktuks nos esperan ansiosos. Llegamos a las 11 de la noche, lo cual impidio que cumplieramos nuestro objetivo: hospedarnos en un monasterio budista. Ninguno de aquellos en los que picamos quiso aceptarnos. Asi que la unica manera que tuvimos de encontrar donde dormir fue fiarnos del simpatico indio que cogio una de las maletas sin preguntar, por supuesto, desinteresadamente, como todo en este pais, y llevarnos hasta el hotel que el considero oportuno, donde mas tarde recogeria su comision.

Sorprendentemente para lo que venimos acostumbrando, las habitaciones eran mas que decentes. Pero quizas lo mejor fue que preguntamos en recepcion si podiamos cenar y nos metieron en el buffet libre de la boda que se estaba celebrando. Por supesto, comimos practicamente las sobras frias y lo pagamos a precio de un tres tenedores, pero a esas horas, encontrar otro sitio para cenar era imposible. Vestidos con camisetas de tirantes, rotas, sucias, causamos sensacion en la boda, acaparando la atencion que deberia estar dedicada a los novios. Pero aqui todo funciona asi, y no nos podemos quejar. O no demasiada.

El principal atracivo de Bodhgaya no son los templos budistas, a pesar de lo que pudiera parecer, si no el estilo de vida, ajeno al turismo, ya que solo se abarrota en enero, cuando los budistas de todo el mundo vienen a recibir al Dalai Lama.

Nora y yo tuvimos la suerte de encontrarnos a un nepali que nos llevo a la escuela, fundada y mantenida por españoles, en la que es profesor y enseña ingles. Los niños estan enseñados a gritarnos Namaste en cuanto nos ven y vienen por oleadas. Les enseñamos a jugar a la zapatilla por detras, al corro de la patata y a aquella mezcla de rugby y arte marcial en la que convirtieron el juego del pañuelo. Agotados, les damos algo de dinero, que no dudan en pedirnos sentandonos previamente y rodeandonos, y el farolillo de la luz que tantas veces me salvo de un cuarto de baño sin luz o de un apagon interminable.
 El nepali se encargo de enseñarnos los templos y vaciarme la cajetilla del tabaco. Es curioso porque como el tabaco indio es mas o menos como fumar aire, los nuestros le resultan tan fuertes que le dara en total unas 3 caladas a todo el cigarro. A pesar de lo majo que es con nosotros y servicial, no deja de ser indio, y cuando acompaña a Nora a comprar comida para el viaje en tren hacia Calcuta, le entra mientras esperan a que la preparen. 

Creo que ya nada de esta gente puede sorprenderme. Hay tantas cosas que una mente occidental encuentra chocante que necesitas pasar aqui una temporada para pasar de la mas absoluta fascinacion a la desesperacion cuando beben junto a un muerto flotando, o los camareros se guardan las pajitas usadas en el bolsillo para ponersela al siguiente, y otros mil ejemplos que en estos momentos abarrotan mi mente.

Esperamos 3 horas en la estacion de Gaya por la noche para coger nuestro tren, constantemente anunciado por megafonia. Sin embargo, no consideraron necesario avisar de su cancelacion y nos vemos obligados a negociar el precio en cinco hoteles diferentes de Gaya hasta que encontramos uno en el que nos apilamos los cinco por un precio razonable. Las duchas empiezan a parecer innecesarias cuando nada mas levantarte pretendes apilarte en un tren cuya ventilacion es escasa o mas bien nula. Ademas, debido a nuestra alimentacion, el sudor aqui es mas bien agua, poco que ver con lo acostumbrado en casa.

Oh sorpresa cuando nos dicen que no hay trenes hacia Cacuta y decidimos alquilar un coche. Echamos a carta mas alta quien le toca ir en el maletero y el destino me elige. Nada mas subirme, parecio bastante comodo, ya que las mochilas hacian un buen parapeto. Pero oh sorpresa, otra vez, cuando un indio abre la puerta del maletero y se sube conmigo. El conductor para la vuelta, claro; porque aunque sean 500 kilometros, que en españa serian cosa de 5 horas con calma, aqui no bajan de las 12. En parte por las "autopistas", en parte por el estilo de conduccion. Me guta pensar que darle un toque por no decir arrollar, a una ternera (animal sagrado aqui, recuerdo) da buena suerte. A ella no creo, porque hizo la croqueta unas cuantas veces por el asfalto y sospechamos que como minimo, la cadera quedo rota. 

Parar para ver si esta bien el animal al que consideras un dios y acabas de atropellar es para los debiles, asi que llegamos a Calcuta y nuestro taxista nos sorprende nuevamente diciendonos que no sabe llegar a la calle de nuestro hotel y que cojamos otro taxi (despues de pagarle a el, obviamente). Sospecho que nuestras caras de odio e instinto homicida fueron las que le hicieron cambiar de opinion y pagarnos otro taxi por su cuenta. 

Hola Calcuta, adios India.









Foto dedicada a los fans de mi pie, que se canso de esquivar barrizales, charcos y cosas que quiero pensar que no eran organicas,  y alcanza nuevamente un grado mas en la escala de repulsion. Un abrazo para todos.


martes, 7 de agosto de 2012

Varanasi

Llegamos a Varanasi, capital religiosa del hinduismo. Las orillas del Ganges arrastran las cenizas de los cuerpos incinerados en los ghats, unas cien escaleras en las que se apilan los cuerpos en las piras, para quemarlos en medio de un profundo respeto y peleas de perros. Las cabras se comen los collares de flores que se ponen a los cadaveres, y una vez mas, te planteas por que motivo esa tolerancia hacia los animales que roza el pasotismo. Cuando el cuerpo termina de quemarse, el ultimo hueso se arroja a las aguas, posiblemente junto a una vaca que aproveche el rio para refrescarse, o unos chavales que juegan a zambullirse.

Pero ese es solo el privilegio de los difuntos esposos. Los solteros, por edad, votos, o circunstancias de la vida, son atados a una piedra y soltados desde una barca. No es sorprendente encontrarse con imagenes como la siguiente, que nos puso los pelos de punta.


No hay que olvidar que para los indios el Ganges es sagrado, es el agua de la vida, y sorprendentemente, no vemos a nadie morir en el acto al beber de sus aguas o nadar en ellas como un ritual entregado, al contrario de la sensacion que producen en nosotros sus aguas repletas de restos humanos, jeringuillas, desechos, basura en fin, que corren marrones a lo largo de esta ciudad sagrada.

Sagrada, pero explotada, por supuesto, como todo lo indio. Los templos a las orillas se han visto invadidos por puestos de mercaderes, remeros que transportan turistas durante un tramo del rio de forma que puedan hacer fotos a las piras ardientes de los ghats sin ser recriminados por los religiosos, o mas seguramente, por algun aprovechado que te exige dinero a cambio de las fotos, sin tener nada que ver con el difunto. Los mas listos te ponen en el compromiso etico de comprar madera para que los pobres se puedan incinerar y no ser arrojados al rio.

En recepcion nos aconsejan cerrar la ventana cuando salgamos para evitar que entren monos. Pensamos que exageran para variar, pero al mirar por ella comprobamos que no. Las azoteas estan invadidas y ellos son los amos de los tejados. Seria facil cerrarlas si la luz y el ventilador no se fuesan aleatoriamente conforme el calor humedecia las paredes. A pesar del riesgo, decidimos dejarlas abiertas y me encontre con dos invitados en el lavabo.

Lamentablemente, no era un mono sentado en la taza, imagen que me habria impactado seriamente, si no un par de estos gheckos que abundan por aqui, mirandome desde la pared analizandome, pensando en como salir de alli quizas con mas ganas que yo.

Por lo demas, tipica ciudad india. De hecho, la ciudad mas representativa de esta mezcla de calles abarrotadas, griterio, heces, animales mas libres que muchos ciudadanos, cazadores de turistas, incienso y mierda, sobre todo incienso y mierda.

lunes, 6 de agosto de 2012

Fin del Rajasthan

Caramelos per tutti mondo.


Viendo que los dias sin escribir se nos acumulan debido al cansancio y a la dificultad para encontrar ordenadores o wifi, vemos conveniente hacer un pequeño resumen de la region del Rajasthan. Ademas, hacer n apartado para cada ciudad quizas no merezca la pena de la misma forma que Delhi o Pushkar.


De Pushkar, Gitu, nuestro conductor, nos llevo a Jaypur, una ciudad bastante mayor y por lo tanto mas agobiante y con menos encanto. Conforme pasan las ciudades, podems decir que nos excedimos en el numero de dias en Delhi. Las grandes ciudades acumulan sorprendentemente mayor densidad de mierda, de gente atosigandonos con sus "alo ser, veri gud cualitis" que chapurrean a ritmo caribeño mientras te intentan sacar un ojo con pulseras que inicialmente venden a 100 rupias y sorprendentemente si les das 20 se conforman.

Creo coincidir con un pensamiento que oimos de un español al que conoceriamos mas tarde en Orcha. "Al principio me molestaba el puto calor, luego las putas moscas, y ahora los putos indios." De la misma forma en la que un manotazo no hace que una mosca deje de venir, los indios te intentan vender una botella de agua aunque lleves tres en una mano, una camiseta que ponga "no quiero agua" y estes gritandole que no quieres nada y que por favor, no te vuelva a hablar.

Mucho mas agobiante es el concepto de "soy tu guia aunque no quieras". Incluso si te niegas a decirle una sola palabra en ingles, cada vez que nos bajamos de un tuk tuk o un coche, inmediatamente, al menos un individuo, se pega al grupo y decide acompañarnos hasta la puerta de cada tienda. A poder ser, evidentemente, las tiendas que el elija, de sus amigos, primos, conocidos, alguien con el que se sentaron juntos un dia en el metro...  Tienen un motivo bastante grande, y es que una regla no escrita pero seguida a rajatabla en la India, es que el que trae turistas, se lleva un 20% de comision. Algo que nos ha traido mas de un dolor de cabeza, ya que si en una tienda creen que nos acompaña alguien, nos cobran mas de la cuenta.

En conjunto, podria definir la actitud del pueblo indio como un cepo atosigante para turstas, lleno de moscas. Es evidente que no todo es asi, e inmediatamente pienso en los niños que se ponen nerviosos al vernos, una mezcla de impresion y miedo.
En cuanto crecen unos años, muchos parecen volverse medio idiotas, un poco como en todo el mundo; y el "Namaste" que timidamente nos susurran de crios se torna en un berrido carente de sensibilidad y buenas intenciones que solo busca ofender, a su manera, al visitante que llega de fuera con todo su dinero y hace fotos de la pobreza en la que estan sumergidos.

Cansados de los mercadillos de turistas, decidimos ver una pelcula en el cine. Por la tarde solo proyectaban una: Cocktail. Fuimos buscando un musical tradicional, con saris y folklore, y nos encontramos con una copia barata de Vicky Cristina Barcelona, una comedia romantica al mas puro estilo Hollywood con una trama digna del peliculon de Telecinco.
             
Quiero señalar que uno de los momentos estelares (a juzgar por las risas del publico, que nos permitia adivinar las bromas en hindi) fue cuando el protagonista, una especie de macho men indio, realiza su parte del musical con los pantalones bajados y enseñando el culo a camara. Motivos? Ninguno. Resultado? Escalofriante. Parece que la formula triunfa en la India, ya que la pelicula es anunciada constantemente en la television india. Os pido encarecidamente que busqueis videoclips de aqui en youtube. Seguramente encontreis que todo, absolutamente todo, esta copiado ya. Estas viendo un grupo de indias bailando con saris, el vestido tradicional; mientras cantan con esas voces estridentes, y de la nada, surgen las bailarinas de Destination Calabria perreando a camara. Creo que Occidente deberia asumir parte de culpa e impedir que lacras como el regueton lleguen hasta aqui.


De camino a Agra, realizamos una parada en el Fuerte de Amber, una de esas maravillas indias donde podria rodarse una pelicula sobre la Ciudad Prohibida. Monos correteando por las almenas rematan la sensacion de formar parte de algo atemporal, algo prohibido. 

Como en cada ciudad, nos intentaron timar y esta vez lo consiguieron. El caro paseo en elefante subia hasta el fuerte y nos obligaba a bajar caminando lo cual no resultaba demasiado apetecible, teniendo en cuenta la humedad ardiente que te cubre la piel y te llena los pulmones. Sorprendentemente, el hombre de la tienda nos ofrecio unos elefantes "no oficiales" (no los de gobierno) que por el mismo precio nos llevaba "up and down". Hasta el fuerte y vuelta? Sisisi, nos dio una vuelta "up and down the village" segun nos aclaro al volver. Los 10 minutos de bamboleo incesante sobre  un elefante indio mas caros de la historia. 

Encadenados en las cuadras, con un spacio minimo, la cara pintarrajeada y golpeados sin ningun miramento por sus jinetes, desconozco si los organismos internacionales de proteccion de animales prestan atencion a esto o se limitan a aconsejar que no se golpee con el dedito en las peceras.

A la mañana siguiente, en Agra, pudimos disfrutar del TajMahal, una mole imensa de marmol conocida hasta la saciedad por todos y que a algunos sorprendio gratamente. Otros estabamos mas atentos a los monos que poblaban los descuidados jardines de la entrada.

En Orcha conocimos la version light del monzon, y los mosquitos que trae consigo. El calor permite ir en tirantes bajo la lluvia, bajo la siempre estupefacta mirada de los habitantes. Aqui vimos nuestra primera cucaracha, animal al que con el tiempo, vas cogiendo cariño. El baño del hotel era propicio. Al igual de la gran mayoria, el regente considera que la higienees para los debiles y las caquitas del lagarto (no acierto a adivinar exactamente que es) flotan sobre una capa de lo que quiero pensar que es agua, suficientemente profunda como para que las chanclas no supongan una ventaja real.

Mataria por un vater limpio, una ducha caliente, o al menos, una ducha en el sentido occidental, no un grifo en medio del baño que se ocupa de aumentar la capa de fluidos del suelo. Espacioso y con encanto.

Por ultimo, visitamos Khajuraho, pueblo pequeñito, el gran y definitivo asalto entre turistas y timadores. Los hoteles se apilan en una pequeña calle, abarrotada por hombres y niños, sin ninguna otra ocupacion que esperar a que salgas. Vuelan gritos, recomendaciones, ofertas de verigud cualitis mai fren. Con el tiempo hemos ido desarrollando la habilidad de entender este extravo dialecto, mezcla de ingles, checo y acento de Matalascañas. Sorprende como alguien con el ingles de la ESO suspenso se haria entender mejor entre tanto "helo, ail tei yu everiver yu van". Lo cojonudo es que entre ellos entienden este parloteo perfectamente, de hecho hindi al 100% se escucha poco. Normalmente se incluyen expresiones del tipo:  "O mai got" o "Ai can belif yu", que absolutamente todos pronuncian igual.

Pero si Khajuraho es conocida, es por sus inmensas plantaciones de marihuana, prohibida en el pais, pero vendida en cada esquina. "Mas barata que hashis" nos aseguran. Para que os hagais una idea, un gramo de maria sale a unas 100 rupias, que no llega al 1,50 euros. Sale mas caro fumarse un cigarro que un porro, conclusion que pondria rapidamente en alerta a varios bares de Oviedo.

Da igual que les digas que no fumas, que eres alergico, que tu religion te lo impide, que ya llevas dos fardos y que no quieres mas, que eres de la secreta... Te susurran el  "smokin, gud cualitis" con la misma delicadeza que el estornudo de un camello.

Por otra parte, en esta ciudad del pecado, esta Vegas india, esta Marina D'Or, tiene un templo que representa una contradiccion en el ambiente prohibitivo y puritano indio. El templo del Kamasutra tiene de provocativo el nombre y tres, cuatro grabados representando situaciones sexuales poco creibles a juzgar por el numero de participantes, posturas y formas femeninas, que distan bastante de lo que dejan entrever los saris. Llamadme esceptico, pero veo dificil una orgia desenfrenada en el pais que se escandaliza por un tobillo descubierto.

Me resulta curioso que las unicas indias que enseñan trpa, son aquellas cuyas delicadas tripitas exceden la capacidad del sari. Algo bastante habitual, ya que al parecer, como joyas llevan todas (aunque no tengan ni para ducharse), las ricas muestran su opulencia alcanzando tamaños insospechados. Y cuando digo ricas, digo que tengan dinero para comer.

Siguiente destino, Varanasi.

lunes, 30 de julio de 2012

Aperitivo fotografico

Nora con un chaval en brazos, menos ilusionado que sus padres por la foto.


Raj Ghat, donde fue incinerado Gandhi.


Bosco, only for the brave.


       Tumba de Humayun, Delhi.
                                                           

                                                      Tumba de Humayun, Delhi.


                                                              Jardines de Lodi, Delhi.
  

Reventados, deshidratados, con ganas de morir. Un poco.


 Templo de Loto, Delhi.


Tuk Tuk, Delhi Drive.


Templo Sikh, Bikaner.


Templo Sikh, Bikaner.


Tren en el desierto del Rajastan.


Camello coqueto.


Hay muchas formas de ponerse un pañuelo, pero solo una con estilo. Murcia is in da house.


No se vosotros, pero yo no puedo apartar la mirada del pañuelo cagado sobre la cabeza de Juanan.


Increible no llevarnos ninguna cornada en San Fermines y llevarnosla en Pushkar, India.


Bulls On Parade.


Nos dio algo de grima tocarlo, pero al final le dimos cinco rupias y un cigarro que estaba a la mitad.


Pushkar rules.


Angelina Jolie


El trayecto en elefante mas lento, corto y caro de toda la India. Solo para nosotros.


 No sabemos exactamente que es, pero nos suena de postales.



Yo quiero ser hombre como tu, y en la ciudad gozar...


Duplex amueblado, buen vecindario, luz y agua incluidos en gastos de comunidad.
Orcha.


 Animando el templo del Kamasutra, mucho menos emocionante de lo que vende el nombre.


Templo del Kamasutra, Khajraho.


Un pie para atarlos a todos.

Templo de las ratas

Karni Mata.  Simpatiquisimas. Corriendo entre tus pies. Pisando sobre mierda de rata. Quien da mas.

viernes, 27 de julio de 2012

Pushkar

Salimos de Bikaner en direccion a Pushkar, cuatro horas de viaje, con una regla de tres a ochenta por hora, nos podemos imaginar los kilometros. Por el camino hacemos una parada expres en el templo de las ratas, o Karni Mata. A los templos se entra deswcalzo, con ratas, sin ratas, con mierda, y sin mierda. Da igual como te pongas. En este caso eran ratas y mierda juntas. Sin pensarlo dos veces, para no llegar a una conclusion sensata,m entramos. Centenares de ratas, miles diria, recorren el suelo, un olor denso y penetrante. Se agrupan en decenas rodeando bebederos de leche, se te cruzan por delante, y las q1ue no se cruzan, o estan mu8ertas o descansan en pasamanos, colgadas la mitad del cuerpo a un lado, y la otra mitad al otro. Asi son las ratas en India, muy majas. Logramos ver la rata albina, solo hay una y al parecer te da suerte. Los indios esperan hasta el dia entero para encontrarla. Son indios, se lo toman con calma, ya sabeis.

Llegamos a Pushkar y buscamos un hotel recomendado en la guia. Efectivamente, es un conjunto de habitaciones rodeando un patio central, un jardin en el centro, una bugambilla, una terraza muy apewtecible y un casero encantador. No tenemos aire acondicionado, no hay bar ni restaurante, y la electricidad se va, pero no nos lo pensamos, a esto hemos venido. Me llama la atencion que el casero se aprenda los nombres de cada uno y cuando entramos nos saluda individualmente, seguido de un "namaste" y una reverencia, un lujo.
Pushkar es un pueblecito mucho mas pequeño, construido a las orillas de un lago, con un encanto especial que nos atrapo a todos. Quizas fue por lo facil que resulto todo, bueno, todo menos librarnos de los timadores espirituales que nos arrastraron hasta el lago, y una vez alli, cada uno por separado, nos obligaron a recitar unas palabras, al mismo tiempo que nos ponian pulseritas, el punto en la cabeza y nos deseaban suerte. Claro, despues de esonos preguntaban cuanto valia nuestra familia y nos pedian el equivalente en euros. Rupias no aceptaban, parecian tontos, salimos de esa como pudimos.

Paseamos por las calles, todo con mucha calma, el centro del pueblo entero es un mercado. Hacemos las compras de rigor y nos acercamos otro rato al lago, oimos los canticos religiosos de fondo. Las pocas luces que iluminan el pueblo se reflejan en el agua, todo calma. Hacemos un amiguete que segun dice se llama Pepe, tiene como 9 años. Nos pide comida, como no nos fiamos si es para el o para hacer algun chanchullo le compramos harina a cambio de que nos lleve a su casa a ver a su familia, nos advierte de que no tiene casa, vive en el desierto. Juan no esta muy entusiasmado con la idea de ir a dar vueltas por poblados del desierto, a Ramon y a mi nos parece super apetecible. Lo que era de esperar, bebemos te, cantamos, bailamos y hablamos mucho, todo a oscuras. Conocemos a muchos mas niños de la calle, para los españoles todos se llaman Pepe.
Al llegar al hotel se nos va la luz, con ella el ventilador y las bebidas frias, dormimos como podemos. Al dia siguente encontramos un pequeño paraiso en medio del caos. Un cuarto piso de una casa, una terraza donde sirven batidos naturales frios y demas placeres, nos hacemos habituales. Pasamos el dia sin altercados y a la mañana siguiente salimos hacia Jaipur.